por APRA | May 11, 2016 | Crítica a las Religiones |
Por: Sharon Calderón Gordo
La Iglesia de Roma sigue tolerando y aún favoreciendo, en pleno siglo XXI, que se introduzcan nuevos e increíbles cultos supersticiosos En enero de 2005 se adelantaron parte de las conclusiones de la «comisión de expertos» (o «consejo de sabios», que diría el otro) encargados de juzgar si la maravilla de la virgencita de Civitavecchia, esto es, que llore sangre, es un fraude bien tramado o una realidad inamovible. El afortunado propietario de la figura mariana, un electricista italiano llamado Fabio Gregori, sostuvo públicamente que, en febrero de 1995, la estatuilla que el sacerdote español Pablo Martín le trajo desde Bosnia-Herzegovina, había llorado sangre, y que no lo hizo sólo una vez, sino en varias ocasiones.
Curiosamente en el lugar del que procede la figura, Medjugorje, ya se daban desde 1981 supuestas apariciones de la Virgen, a las que Roma trataba con la prudencia y «mano izquierda» que ha caracterizado a la Iglesia Católica. El secretario de la Comisión para la Doctrina de la Fe (de la que era prefecto el Cardenal Joseph Ratzinger, alias Papa Benedicto XVI), Tarcisio Bertone, escribió en 1998, en respuesta al requerimiento del obispo francés Gilbert Aubry: CONGREGATIO PRO DOCTRINA FIDEI Pr. N. 154/81-06419 Ciudad del Vaticano, Palacio S. Oficio 26 de mayo, 1998 A Su Ecc. Mons. Gilbert Aubry, Obispo de Saint-Denis de la Reunión Excelencia, con la carta del 1º de enero 1998 Vd. somete a este Dicasterio diversas cuestiones concernientes a la posición de la Santa Sede y del Obispo de Mostar, con referencia a las llamadas «apariciones» de Medjugorje, a las peregrinaciones privadas y a la atención pastoral de los fieles que llegan a aquel lugar.
Al respecto y considerando imposible responder a cada una de las peticiones planteadas por vuestra Excelencia, debo ante todo precisar, que no es norma de la Santa Sede asumir, en primera instancia, una posición propia y directa sobre supuestos fenómenos sobrenaturales. Este Dicasterio, por lo que concierne a la credibilidad de las «apariciones» en cuestión, se atiene sencillamente a lo establecido por los obispos de la ex-Yugoslavia, en la declaración de Zadar del 10.4.1991.: «…En base a las indagaciones realizadas hasta hoy, no es posible afirmar que se trate de apariciones o de revelaciones sobrenaturales». Tras la división de Yugoslavia en diferentes naciones independientes, correspondería ahora a los miembros de la Conferencia Episcopal de Bosnia-Herzegovina, reemprender eventualmente el examen de la cuestión y emitir, si el caso lo requiere, nuevas declaraciones.
Cuanto afirma S. E. Mons. Peric en una carta al Secretario General de Famille Chretiénne, es decir que «Mi convicción y posición no es sólo `No consta la sobrenaturalidad`, sino igualmente aquella de `consta la no sobrenaturalidad de las apariciones o revelaciones de Medjugorje`», debe considerarse como expresión de una convicción personal del Obispo de Mostar, el cual, como ordinario del lugar tiene todo el derecho de expresar lo que sea, pero será siempre una opinión personal.
Finalmente y por lo que respecta a las peregrinaciones a Medjugorje realizadas privadamente, esta Congregación retiene que son permitidas a condición de que no sean consideradas como una autentificación de los acontecimientos en curso y que requieren aún, un examen por parte de la Iglesia. Mons. Tarcisio Bertone (secretario de la Congregación presidida por el Card. Ratzinger) La declaración de Zadar a la que se refiere el Secretario de la Congregatio pro doctrina fidei tuvo lugar durante la sesión ordinaria de la Conferencia episcopal de Yugoslavia, celebrada del 9 al 11 de abril de 1991 y ha servido como referencia de todas las declaraciones oficiales de la Iglesia en lo que a las apariciones de Medjugorje se refiere: Los obispos, desde el mismo comienzo, han venido siguiendo los acontecimientos de Medjugorje a través del Obispo de la diócesis (Mostar), la comisión de Obispos y la comisión sobre Medjugorje, de la Conferencia de Obispos de Yugoslavia. Basándose en las investigaciones hasta ahora realizadas, no puede afirmarse que se esté tratando de apariciones sobrenaturales y revelaciones.
Sin embargo, las numerosas reuniones de fieles que, desde diferentes partes del mundoacuden a Medjugorje, inspirados tanto por motivos de fe como por otros varios, requieren la atención y el cuidado pastoral, primeramente del Obispo diocesano, y con él, también de los otros Obispos, para que, en Medjugorje y en todo aquello que esté relacionado con ello, sea promovida una sana devoción a la bienaventurada Virgen María, de acuerdo con la enseñanza de la Iglesia. Para este propósito, los Obispos darán directrices litúrgico-pastorales apropiadas. Asimismo, a través de su comisión, continuarán manteniéndose cercanos, e investigando todo cuanto acontece en Medjugorje. Los Obispos de Yugoslavia (10-04-1991) Sorprende saber que el actual Obispo de Mostar, Monseñor Ratko Peric, tal y como hiciera su antecesor en la diócesis, Mons. Pavao Zanic, sostiene que las apariciones de la Virgen no son auténticos milagros.
Según algunos la negativa de Ratko Peric respondería a cuestiones personales: las malas relaciones con la congregación franciscana, responsable de la parroquia de Medjugorje. De hecho, en la página «oficial» de las apariciones de Medjugorje se hace alusión a ese más que posible enfrentamiento entre el obispado y los franciscanos: A menudo sucede que los organizadores de las peregrinaciones, líderes de los Centros de Paz y de los grupos de oración plantean diversas preguntas sobre novedades espectaculares con respecto a las apariciones de la Virgen, a presuntas declaraciones de los videntes y a la posición de los franciscanos de Herzegovina. […] Todos los franciscanos que actualmente viven en la parroquia de Medjugorje, cumplen su función con el mandato del obispo local Mons. Ratko Peric, y tienen mandato canónico para el cumplimiento de su servicio sacerdotal. (http://www.medjugorje.hr) Sobra decir que esta página web, que se define como «voz oficial» de «todas las informaciones importantes y necesarias vinculadas a los acontecimientos de Medjugorje», está auspiciada por los frailes franciscanos de Medjugorge. Baste decir que, para lo que aquí nos interesa, esto es, ejemplificar la actitud de la Iglesia de Roma ante los milagros, las «apariciones de Medjugorge» suponen un «caso práctico» de incuestionable valor.
La respuesta de Roma es «clara»: no afirmamos, pero tampoco negamos. Y al amparo de esta prudente respuesta, lo cierto es que las apariciones de Medjugorge se han convertido, para miles de devotos seguidores, en apariciones verdaderas. Toda una maquinaria organizativa en torno a las «visiones» de seis adolescentes en 1981 que incluye una página web traducida a siete idiomas (croata, inglés, francés, alemán, italiano, polaco y español) en la que se puede estar perfectamente informado de todo lo relacionado con las apariciones marianas: últimas apariciones, actualidad de los «videntes», una descripción detallada de la virgen (aproximadamente 1,65 m. de altura, unos 60 kg. de peso, de entre 18 y 20 años, de piel blanca, siempre de pie…), los mensajes transmitidos, llamativas estadísticas (por ejemplo, más de 18 millones y medio de «santas comuniones distribuidas»), programación semanal de oraciones, guía del «santuario», programación de encuentros internacionales (el próximo mes de marzo se celebrará ya la décimo tercera edición de los «encuentros internacionales de líderes de centros de paz, grupos de oración, de peregrinos y de asociaciones caritativas de Medjugorje», al que se puede uno inscribir por el módico precio de 60 euros por persona). Todo un ejemplo de prudencia con unos acontecimientos que, si bien, no tienen por qué ser verdaderos, la cuestión sobre su «veracidad» es ya irrelevante.
La historia de los milagros o sucesos maravillos es cruel y no deja en muy buen lugar al crédulo prójimo que prefiere ver la intervención divina detrás de asuntos que más tienen que ver con el genio (o el ingenio) humano. De nada ha de servir que se muestre con hechos irrefutables las mentiras de los milagros, porque el milagro no es únicamente ese suceso increíble, que se sale fuera de la norma, el milagro es toda una nebulosa de creencias, normas, &c. tan difícil de penetrar y destruir que ni la realidad misma puede con ella. ¿Si no cómo explicar el caso de la sangre del santo Genaro? Cuando Nápoles se entrega a la licuación del contenido del relicario de plata, debería tener en cuenta que su amado santo no sólo resistió, según dicen, las llamas de la hoguera en la que le arrojaron, las fauces de las bestias salvajes a las que le entregaron, sino también a las conclusiones de L. Garlaschelli, F. Ramanccini y S. della Sala en la revista Nature, que proponen la tixotropía como explicación más que probable del fenómeno de la licuación.
Claro que, como dice el axioma escolástico, «argumento que prueba mucho, nada prueba», y los ardorosos intentos de feroces anticlericales por apartar la licuación del camino del milagro, han hecho que se tenga el mismo respeto por la hipótesis mentalista (aquella que otorga al deseo de los fervorosos napolitanos de ver licuada la sangre la causa del milagro; algo así como un concilio de mentes unidas con un mismo propósito: de sólido a líquido –totalmente ridícula, sobra decirlo–), que por el trabajo de los investigadores italianos, que concluyen: La naturaleza química de la reliquia de Nápoles sólo puede ser establecida abriendo el vial [en el que se encuentra la sangre del santo], pero un análisis completo está prohibido por la Iglesia Católica. Nuestra repetición de este fenómeno parece mostrar este sacrifico como innecesario. ¿Innecesario? Quizá abierto el vial y demostrado el engaño se fortifique la fe del napolitano, porque no se trata aquí de ir contra el hecho concreto, sino contra la creencia que lo sustenta.
Bien sabe Roma que es difícil encontrar, en los tiempos que corren, un suceso maravilloso, y que éste antes que ayudar a la Santa Madre Iglesia, puede hundirla en el ridículo. Y el mismo Feijoo, tratando precisamente sobre «La multitud de milagros» así lo afirmaba, desde una ciudad con reliquias que no hacen milagros, desde Oviedo: «¡Cuántos Párrocos, por interesarse en dar fama de Milagros a alguna Imagen de su Iglesia, le atribuyen Milagros que no ha habido! … debiera tener presente para su observancia la sabia disposición del Santo Concilio de Trento, que manda no admitir milagro nuevo alguno, sin preceder examen, y aprobación del Obispo.» (Feijoo, Cartas eruditas y curiosas, 1:43.) Il portale de la cittá, www.civitavecchia.com, da cuenta del suceso «paranormal […] que ha suscitado la atención del Santo Padre», así dice, en la sección dedicada a «Atracciones de la ciudad», junto a otros indudables atractivos turísticos como Il mare, il porto turistico Riva di Traiano, un piccolo centro termale, y varios itinerarios turísticos por dentro y fuera de la cittá.
La cuestión está en conocer los motivos que han llevado a las portadas de los algunos importantes periódicos la noticia del milagro sin que éste haya sido reconocido por Roma. La primera de las razones quizá sea que el autor del famoso informe que confirmaría el suceso como de «naturaleza divina» ha sido elaborado por Vittorio Messori, periodista italiano que ya entrado en años abrazó la religión católica, y editor literario del best-seller, Cruzando el umbral de la esperanza, de Juan Pablo II. Otro de los nombres relevantes que figuran en el informe es el de Girolamo Grillo, Obispo de Civitavecchia-Tarquina, cuyo interés para la investigación, según lo que el periódico el Corriere della Sera ha filtrado, radica en su «escepticismo».
Dice Messori en sus papeles que la virgen lloró entre las manos de Grillo, ¿qué podía hacer el obispo? Un geólogo quizá hubiera sacrificado la figura y la hubiera roto en mil pedazos, para someterlos a un minucioso análisis, un químico quizá hubiera obtenido una muestra del líquido que brotaba de la figura para analizarlo… pero el obispo, ¿qué podía hacer el obispo?: «casi desmayado, me dejo caer en una silla, he podido morir del impacto; sufrí un shock tremendo, que me dejó trastornado también durante los días siguientes». Bien es cierto que la figura fue sometida a varios análisis, pero la duda vuelve a planear sobre el incauto escéptico cuando descubre que esos análisis fueron realizados en la conocida Clínica Gemelli (a causa de los continuos ingresos de Juan Pablo II), unida a la Universidad Católica del Sagrado Corazón, fundada en 1921, entre otros, por el franciscano Agustín Gemelli. Fray Gemelli fue un encendido defensor de los milagros de Lourdes «contra algunos círculos médicos ligados a la masonería, los cuales trataban de difundir entre el pueblo y la clase culta sus negaciones y su agnosticismo» (extraído de la biografía de Agustín Gemelli que las páginas de la Universidad Católica ofrece). Vitorio Messori, el que algunos llaman «confidente del Papa», Girolamo Grillo, el Obispo de Civitavecchia y el «prestigioso experto mariano», el teólogo Stefano de Fiores, son tres de los pilares sobre los que se sustenta la afirmación de que, efectivamente, estamos ante un milagro. ¿Se desvanecería el milagro si la investigación fuese llevada a cabo por budistas, musulmanes o, mejor, ateos? Seguramente alguna vocación tambalearía, pero, al igual que ocurre con la sangre de San Genaro, el milagro hunde sus raíces en una nebulosa tan espesa que aún demostrándose falso, seguirá figurando como attrazione de la cittá.
por APRA | May 11, 2016 | Crítica a las Religiones |
Por: Sanjuana Martínez
LA IGLESIA CATÓLICA SANTIFICA A ESCRIVÁ DE BALAGUER.
Proceso
Durante el papado de Juan Pablo II hay un beneficiario: el Opus Dei.
Su estatus de “diócesis supranacional” institucionalizó su poder y radicalizó la guerra intestina en el Vaticano. Los ejemplos concretos son contados por el grupo Los Discípulos de la Verdad en el libro A la Sombra del Papa enfermo.
Los escándalos en el pontificado de Juan Pablo II y la lucha por la sucesión, publicado por Ediciones B. En el capítulo “Los pecados del Papa Wojtyla” el libro hace un recorrido por los escándalos de corrupción, los negocios ilegales y los apoyos del Vaticano a los regímenes dictatoriales de, entre otros, América del Sur.
En el apartado titulado “El obispo 007” detalla las responsabilidades de Juan Pablo II en el escándalo financiero del banco pontificio IOR-Ambrosiano, dirigido por Monseñor Paul Marcinkus, confirmado en su puesto por Wojtyla. “La quiebra del Banco Ambrosiano fue una colosal estafa que costó a los acreedores y a los contribuyentes italianos 287 millones de dólares y a los fieles de la Iglesia al menos 241 millones de dólares.
La estafa fue posible por la objetiva connivencia de la banca papal, y el IOR sólo pudo ser cómplice gracias a la anuencia –implícita o explícita– de Juan Pablo II.
El escándalo del IOR-Ambrosiano costó la vida a Roberto Calvi. Si se trató de un suicidio, “monseñor Marcinkus estuvo entre quienes empujaron a Calvi a su desatinado gesto”.
En cualquier caso, “el pontífice polaco no pronunció una sola palabra de cristiana congoja ni de humana piedad por la muerte violenta del banquero católico-masón, que durante tantos años había negociado en nombre y por cuenta de las finanzas vaticanas.
“Tampoco tras la bancarrota y la muerte de Calvi (en junio de 1982) el Papa Wojtyla estimó oportuno renovar la cúpula, los métodos y las finalidades de, a todos los efectos, su banca personal. Es más: atribuyó a monseñor Marcinkus el nuevo cargo de gobernador del Estado vaticano.
Un amigo del Santo Padre, entretanto, se afanaba para impedir que salieran a la luz nuevas pruebas de las responsabilidades de la banca papal en el asunto del IOR-Ambrosiano”.
Luego, en el capítulo “La telaraña del Opus Dei”, el libro detalla casos ilustrativos de la expansión del poder del Opus Dei en el Vaticano. “La facción masónico-curial tenía cada vez mayores dificultades a causa del asunto del IOR- Ambrosiano (banco del Vaticano). La Iglesia de Roma había sido arrastrada a un escándalo de los que marcan época: una bancarrota de mas de mil millones de dólares, un escenario de masonería y criminalidad financiera internacional, un banquero ahorcado en Londres con una puesta en escena paraesotérica.
Un drama cuyo principal protagonista había sido el arzobispo Paul Marcinkus, banquero personal de Juan Pablo II y representante destacado de la facción “masónica” de la Curia vaticana… “También el escándalo del petróleo, que estalló en Italia en el otoño de 1980, con el arresto del general comandante de los `carabinieri` Raffaele Giudice, afiliado a la P2 (Logia masónica) y artífice de una estafa petrolera a la Hacienda Pública de más de dos billones de liras, acabó por rozar a comienzos de 1983, al Vaticano a través de uno de los presuntos jefes de la ente masónico-curial, el vicario de la diócesis de Roma, cardenal Ugo Poletti.
“En diciembre de 1982 el vicario de Juan Pablo II había sido interrogado por los magistrados de la fiscalía de Turín en la basílica de San Juan en Laterano (es decir, en territorio vaticano), en relación con una carta que había enviado años antes el presidente del Consejo de Ministros, Giulio Andreotti, para solicitar el nombramiento del general Giudice al mando de los `carabinieri`.
El purpurado negó haber escrito semejante misiva y se proclamó del todo ajeno a los hechos. “De la fiscalía de Turín trascendió la noticia de que los magistrados estaban en posesión tanto de la carta de Poletti como de la respuesta del honorable Andreotti, y la prensa se hizo eco de la filtración. Entonces el purpurado dispuso difundir a través de la Vicaría de Roma un desmentido oficial.
“El desmentido de la Vicaría era una ostensible mentira. En efecto, en el curso de un segundo interrogatorio, el 13 de enero de 1983, los magistrados enseñaron al desfachatado vicario del Papa una copia de las dos cartas (tanto la manuscrita de Poletti como la respuesta del honorable Andreotti) y el purpurado no pudo más que admitir su autenticidad”.
Según los autores, en el verano de 1974 Giudice recibió el nombramiento de comandante general de los “carabienieri”. “(…) El frente central del desencuentro entre las dos facciones eran los nombramientos de obispos y cardenales, así como los distintos cargos cúrales.
También aquí el nuevo poder del Opus Dei se manifestó con decisión, discreto pero inexorable, sellado por las periódicas audiencias, públicas y privadas concedidas por el pontífice al prelado de la Obra, monseñor Álvaro del Portillo. “Juan Pablo II, durante el consistorio del 2 de febrero de 1983, nombró cardenal a monseñor Alfonso López Trujillo, arzobispo colombiano, enemigo jurado de la Teología de la Liberación y muy próximo al Opus Dei.
El 12 de abril designó arzobispo de Madrid al prelado de origen vasco Ángel Suquía Goicoechea, muy cercano al Opus Dei y el siguiente 20 de agosto nombró obispo al sacerdote peruano del Opus Juan Antonio Ugarte Pérez, con el cual ascendían a cinco los obispos oficialmente miembros de la Obra (y todos hispánicos)”.
El incidente en Nicaragua
El libro describe la posición de la Iglesia sobre los sacerdotes Miguel d`Escoto y Ernesto Cardenal, los dos miembros del gobierno sandinista, en ocasión de un viaje del Papa a Managua en 1979: “Mientras ejerzan sus funciones públicas (los dos sacerdotes) se abstendrán en público y en privado del ejercicio del ministerio sacerdotal”, decía la Santa Sede en abierta oposición a los cargos desempeñados por ambos hombres. “La facción opusdeísta quería que la peregrinación papal a Managua fuera una ejemplar cruzada antimarxista, en tanto que la masónico-curial estaba empeñada en tutelar la realpolitik en un país cuya situación sociopolítica y religiosa era compleja e incandescente.
Este enfrentamiento había comportado la llamada al Vaticano del nuncio apostólico en Managua, el arzobispo Andrea Cordero Lanza di Montezemolo, para consultas.
“En la capital nicaragüense, el 4 de marzo, Juan Pablo II fue recibido por el gobierno sandinista, que dirigía Daniel Ortega. Frente al Santo Padre el ministro sacerdote Ernesto Cardenal se arrodilló, pero el pontífice le reservo un estallido de ira: “¡Ponga en orden su situación con la Iglesia!”.
Lo intimidó con evidente brusquedad al tiempo que lo señalaba con el dedo.
“Poco después, durante la solemne misa al aire libre en la plaza Diecinueve de julio de 1979, Juan Pablo atacó frontalmente a la Iglesia Popular y a la Teología de la Liberación (`compromisos ideológicos inaceptables`, `opciones temporales`, `concepciones de la Iglesia que suplantan a la verdadera`), y reclamó tanto del clero como de los fieles la obediencia a los obispos y al Papa.
Desde la multitud se elevaron exclamaciones de desacuerdo, que el pontífice acalló con un imperioso `¡Silencio! ¡Silencio!` Alguien vociferó: `¡Queremos la paz, la queremos en esta vida!` y Juan Pablo II repuso con impaciencia: `¡La Iglesia es la primera en querer la paz!`.
El discurso del pontífice se vio interrumpido una y otra vez por otros gritos y protestas.
Eran muchos los católicos nicaragüenses que sostenían a la Junta sandinista y a la Iglesia Popular, pero el Santo Padre se mostraba inflexible…
La “restauración”
“El 6 de noviembre (de 1984), el prefecto del exSanto Oficio, cardenal Joseph Ratzinger, salió a la luz. Lo hizo de una manera inusual: mediante una entrevista realizada por el periodista afín al Opus Dei, Vittorio Messori, y sus palabras cayeron en el pantano curial como piedras.
El jefe de la Congregación para la Doctrina de la Fe anunció que la “primavera conciliar” de la Iglesia debía darse por concluida. “Atento a distinguirse de las posiciones más reaccionarias, el Panzerkardinal no llegaba a la osadía de abjurar abiertamente del espíritu innovador del Concilio Vaticano II, pero opinaba que había dado lugar a degeneraciones ya inaceptables… “La facción opusdeísta acogió como una liberación el expeditivo diktat restaurador del heredero de los inquisidores, pero sin ninguna sorpresa.
En efecto, se trataba de una inflexión ampliamente acordada tres años antes (cuando se había confiado al Panzerkardinal el neuráligco sillón de prefecto del exSanto Oficio), y en curso desde hacía algún tiempo.
Una restauración que, por un lado, asumía plenamente las posiciones anticonciliares del Opus Dei contra los denominados `desórdenes` y `decadencia modernista` de la Iglesia, y por el otro ponía fin a las volubles incertidumbres doctrinarias del pontificado wojtyliano provocadas por la facción masónico-curial.
Una coincidencia integrista que permitirá al cardenal Ratzinger permanecer pegado al sillón de prefecto del exSanto Oficio durante todo el largo pontificado wojtyliano, y ser uno de los candidatos fuertes de la Obra para la sucesión del Papa polaco.
“Después de la `restauración` sancionada y oficializada por el cardenal Ratzinger, la escalada del Opus Dei al poder vaticano inició una nueva etapa decisiva el 4 de diciembre de 1984, cuando Juan Pablo II nombró como nuevo director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede —y, por tanto, único portavoz papal —a un periodista español licenciado en medicina: el laico Joaquín Navarro-Valls, miembro numerario de la Obra.
“Esta designación, deseada por el Opus (el anterior director de la Oficina de Prensa vaticana, el padreRomeo Paniciroli, estaba ligado a la coreada curial) provocó fortísimas tensiones en el interior de los Sagrados Muros, porque en aquel punto la `cercanía` del Opus Dei al Papa Wojtyla se había convertido en una verdadera tutela cotidiana.
“La reforma mediática”
“El poder vaticano de la facción masónico-curial, afectado otra vez de manera marginal, se veía agredido por la Obra mediante una estrategia envolvente: el pontífice mediático de los viajes pastorales se dirigía al mundo a través de un portavoz del Opus Dei.
“En efecto, la Oficina de Prensa de la Santa Sede se transformó enseguida por obra de Navarro- Valls en un gabinete de dirección mediática. “Además de aportar a la Oficina de Prensa del Vaticano comprensión de los medios de comunicación occidentales que había escapado a los miembros del clero que le habían precedido, Navarro-Valls se ganó enseguida la confianza del Papa, con quien mantenía contactos más frecuentes que cualquier otra persona, a excepción de monseñor Dziwisz. “El responsable del nombramiento de Navarro-Valls como portavoz del Papa había sido monseñor Martínez Somalo, apoyado por el secretario del pontífice, monseñor Dziwisz.
Las denodadas resistencias del cardenal Casaroli y de monseñor Silvestrini habían resultado vanas. La facción curial intentó ponerse a la radical “reforma mediática”, pero sin éxito. La Oficina de Prensa, en manos del Opus Dei, se separó de la entonces Pontificia Comisión para las Comunicaciones Sociales y se convirtió en un departamento autónomo de la Secretaría de Estado, bajo las directas órdenes del pontífice. “Joaquín Navarro-Valls reestructuró los dicasterios y potenció las estructuras de la Oficina de Prensa, que transformó en un supereficiente megáfono opusiano dedicado a la mistificación y a las `verdades oficiales`.
“El portavoz papal del Opus Dei se convirtió en la sombra parlante de Juan Pablo II en el Vaticano, y sobre todo en sus giras por el mundo, durante esos frenéticos viajes pastorales de los cuales el teólogo Raimundo Panikkar dijo que no eran explosiones populares espontáneas, sino manifestaciones organizadas mediante acuerdos tecnológicos y políticos con la ayuda de millones de dólares y de todo el aparato organizativo de la Iglesia… “La facción opusdeísta lanzó un nuevo ataque antimasónico el 23 de febrero de 1985, desde las páginas de L`Observatore Romano. Tenía como diana implícita a la facción curial y a sus sectores `progresistas`… “Junto con la `primavera conciliar`, la facción opusdeísta había puesto una losa también sobre el deshielo Iglesia-masonería y devuelto la doctrina vaticana a los tiempos de León XIII, el pontífice que en 1892 había escrito: `Recordemos que el cristianismo y la masonería son inconciliables, de modo que inscribirse en una significa apartarse de la otra…` “Teología segura” “A mediados de los años 80 el creciente poder del Opus Dei en el Vaticano constituía sólo un aspecto del expansionismo de la organización integrista –no por casualidad definida como el “pólipo de Dios”– dentro de la Santa Iglesia Romana.
“La lenta labor de la Obra avanzaba silenciosa e inexorable, tanto en el interior como en el exterior de los Sagrados Muros, con la partícipe bendición de Juan Pablo II”.
El libro recoge, un artículo del vaticanólogo Giancarlo Zizola sobre la Obra: “Con el favor del Papa Wojtyla, en los últimos tiempos el Opus Dei se ha enriquecido con nuevos campamentos base a partir de los cuales proseguir su escalada hacia más sólidas posiciones de poder.
El Papa ha autorizado, por ejemplo, la fundación de una nueva facultad de Teología en Roma, el Centro Superior de Estudios Eclesiásticos, filial de la Universidad de Navarra, la más poderosa institución cultural de los rectores de las universidades pontificias existentes: la Gregoriana de los jesuitas, la Angelicum de los dominicos, la Antonianum de los franciscanos, las universidades Salesiana, Urbaniana y Lateranense. Todos respondieron de manera negativa.
Sin embargo, la decisión papal fue positiva. Como título académico el Opus Dei había propuesto la licenciatura. Juan Pablo II hizo aún más: ordenó el doctorado, el máximo.
El objetivo de la nueva fundación universitaria era institucionalizar, en el paisaje `pluralista` de las teologías desarrolladas y enseñadas en Roma, una `teología segura` de estilo tradicionista, pero con el lenguaje modernizador del `estilo Opus`. El Opus Dei no tiene problemas financieros. En noviembre consiguió organizar un encuentro internacional sobre Iglesia y mundo económico en el Vaticano, junto con elcardenal Joseph Höffner de Colonia, presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, que ha confiado al Opus una parroquia de la ciudad, el Instituto de Economía Alemana (órgano científico de la patronal alemana), la Fundación Adenauer y la Unión Internacional Cristiana de Directivos de Empresas.
Un simposio faraónico, que concluyó con una teologización de la economía de mercado, también como modelo para los países en vías de desarrollo, y con un ataque frontal a la Teología de la Liberación (estaban invitados el cardenal Eugenio Sales y los obispos Karl Romer y Boaventura Kloppenburg,adversarios de esa corriente en América Latina)”. “La expansión de la telaraña opusdeísta sobre la Iglesia acentuaba la preocupación y la alarma en vastos sectores de la jerarquía eclesiástica. “En realidad, las evidentes ambigüedades del Opus Dei eran tantas y tales que suscitaban alarma, como demostró Giancarlo Rocca al publicar 53 documentos secretos de la Obra fechados de 1934 a 1983. “Las revelaciones publicadas por Rocca que más han irritado al Opus conciernen, probablemente, a las pruebas del control jerárquico interno sobre todas las actividades económicas, aunque ocultadas bajo diferentes etiquetas. El Opus siempre había negado esta responsabilidad.
Los documentos atestiguan, en cambio, que hasta las sociedades auxiliares (incluidos los bancos) propiedad de grupos de afiliados al Opus están bajo control de la autoridad jerárquica del instituto y deben ser visitadas al menos cada cinco años por el administrador general. “El Opus siempre ha negado tener el secreto como vínculo básico. Ahora se sabe que en 1974 Álvaro del Portillo, entonces procurador general del Opus, pidió al Vaticano la posibilidad de cubrir con el secreto `casas, obras y afiliados`, incluso en relación con los obispos, y que obtuvo una respuesta favorable de la Congregación de los Religiosos. Se hacía creer que los miembros del Opus gozan de la más absoluta libertad. En cambio, revela Rocca, “para ellos existe la obligación, sancionada por un juramento particular, de pedir consejo a su superior en cuestiones de cierta gravedad que afectan al ejercicio de su profesión o sobre otros asuntos, aunque no sean materia directa del voto de obediencia”.
Otro punto: los miembros están constreñidos al secreto de su número, ni siquiera pueden revelar a sus propias familias de origen que han entrado en el Opus. Incluso el reglamento, el ceremonial y la ordenación están cubiertos por el secreto.
“El artículo 7 de las constituciones de 1950 establece que, a pesar de que el Opus no tenga una específica forma de acción externa colectiva, actúa con los socios “mediante el ejercicio de funciones o cargos públicos, o a través de asociaciones legítimamente constituidas”. “Dichas asociaciones –precisa el art.9– pueden ser `culturales, artísticas o pecuniarias` y se llaman `sociedades auxiliares`, las cuales están sujetas `a la autoridad de la jerarquía del instituto`…
“El creciente poder `secreto` laico-eclesiástico del Opus Dei no sólo provocaba turbación en la jerarquía de la Iglesia. El 25 de febrero de 1986, los parlamentarios Franco Bassanini y Stefano Rodotá dirigieron una interpelación al presidente del Consejo de Ministros y al ministerio del Interior italianos para saber `si responden a la verdad las noticias de la prensa sobre la pertenencia al Opus Dei de funcionarios civiles y militares del Estado, así como de directivos de entes y empresas públicos, y si es cierto que dicha asociación está regida por estatutos o códigos secretos”…
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