El artículo del doctor Moreno:
La razón y las líneas imaginarias
En inmortal definición de Boecio, el ser humano es “sustancia racional”. Y es que el rasgo que distingue al hombre del resto de la creación es precisamente su capacidad de razonar. Pero ocurre que en ocasiones otros factores como las emociones, los sentimientos e intereses subracionales, entorpecen su visión y lo desvían del camino de racionalidad, con resultados generalmente lamentables.
Precisamente esta posibilidad de desviarse de su sustancia racional había llevado a Kant, en su momento sin dudas más pesimista, a acuñar su conocida frase “el hombre es de una madera tan torcida que nunca llega a enderezarse”. El objeto de esta breve nota es apuntar, particularmente, un caso de madera torcida causada por el alejamiento de cánones mínimos de la razón.
El caso se me plantea por la discusión en estos días, en la Cámara de los Comunes (Inglaterra), sobre una nueva ley que permitiría la utilización de embriones humanos para el avance científico, la experimentación, la creación de embriones para salvar a hermanos, etc. Y esto, claro está, presenta el problema del estatus jurídico del embrión humano. La postura tradicional, sin dudas, era que la persona humana es un ser único e irrepetible, y, como tal, posee una dignidad sagrada que no puede ser violada por ninguna ley humana, la cual, en tanto no la respete, carecerá de esa fuerza jurígena que caracteriza a las leyes justas. Preguntándose la razón respecto a desde qué momento puede decirse que esa persona humana posee una dignidad absoluta –y una consecuente protección jurídica integral– la respuesta era simple: en toda su vida, es decir, desde su concepción hasta su muerte física definitiva.
Pero he aquí que los avances médicos han desviado a muchos del camino de la racionalidad, pidiendo que se tracen líneas específicas para determinar el momento a partir del cual debe tutelar el ordenamiento jurídico a la vida humana. Algunos, como el filósofo John Rawls, señalan que esta línea debe ser trazada a partir del primer trimestre de vida; otros, a las 24 semanas; otros, todavía, como la legislación británica propuesta, a las 20 y así sucesivamente. De esta forma, se impediría la protección jurídica del embrión, facilitando la experimentación, etc. Pero ¡qué extraños somos los humanos cuando nos ponemos a trazar líneas así, en forma discrecional! ¿O no fueron hombres los que trazaron una línea arbitraria en la década del 30 en Alemania, determinando que algunos sujetos podían contar con la protección del derecho, condenando así a millones que no lo estaban a la más atroz fortuna?
Mi tesis es que estas líneas –20 semanas, 1 día, 3 meses– no son precisamente trazadas por la razón humana, sino más bien por otros factores, que bien pueden ser sentimientos o intereses personales o prejuicios o, en la mayoría de los casos, una conjunción de todo esto. Pero lo que estoy seguro es que no responden a estrictos cánones de racionalidad que, en este caso, debe provenir de los expertos, que son los médicos o embriólogos. Si recurrimos a los manuales más importantes sobre el tema, ellos nos dicen, por ejemplo que “el desarrollo humano comienza en la fertilización, cuando un gameto masculino o esperma (espermatozoide) se une a un gameto femenino u ovocito (huevo) para formar una única célula, un cigoto. Esta célula altamente especializada, totipotente, marcó el comienzo de cada uno de nosotros como un individuo único”. (Keith L. Moore and T. V. N. Persaud, The Developing Human: Clinically Oriented Embryology, Quinta Edición; también en este sentido William J. Larsen, Essentials of Human Embryology o Scott F. Gilbert, Developmental Biology, Séptima Edición).
Luego de leer este tipo de definiciones, científicas, racionales si se quiere, me parece francamente increíble, en el sentido prístino de la palabra, leer a quienes plantean, como se hace ahora en Inglaterra, que el embrión no necesariamente debe tener tutela del derecho, sino que puede trazarse una línea que diga “sólo a partir de las 20 semanas tendrá protección el feto” o similar. ¿Cuál es el fundamento racional para sustentar ello? ¿De dónde sale esta línea? ¿Por qué no trazarla a los 2 días, o las 8 meses y medio, y así sucesivamente?
Y es que, cuando otras cuestiones distintas a la razonabilidad del ser humano se imponen y empezamos a imaginar líneas que sencillamente no existen, parece que tenemos que terminar dándole la razón a Kant: “El hombre es de una madera tan torcida que nunca llega a enderezarse”.
Yo, por mi parte, y en homenaje a mi entrañable abuelo materno, prefiero terminar esta breve nota citando a uno de sus escritores preferidos: “Cuán difícil es explicarla, pero la vida humana es simplemente misteriosa e inviolable; por ello la protegemos con leyes y penalidades” (Ralph Waldo Emerson). Siempre.
José Antonio Moreno Ruffinelli
Mi respuesta:
En el artículo del doctor José Antonio Moreno Rufinelli publicado el día domingo 25-05-08 en el suplemento cultural de ABC Color, hay una acusación implícita por parte de éste hacia la ciencia en el sentido de desviar al hombre de su racionalidad. Esta es una extraña idea a los ojos de un racionalista. El doctor Moreno nos habla de una postura tradicional que “sin dudas, era que la persona humana es un ser único e irrepetible, y, como tal, posee una dignidad sagrada que no puede ser violada por ninguna ley humana.”
Hagamos un breve repaso entonces de esta historia. La búsqueda de un criterio sólido, no ambiguo, acerca de si el aborto (usemos esta palabra como referencia) es admisible en algún momento, tiene profundas raíces históricas.
En la tradición Cristiana el punto era el momento en que el alma entra al cuerpo, tema no muy apropiado para la investigación científica. Aunque cada religión tiene su doctrina, usualmente no había prohibiciones; era corriente en Grecia y Roma antiguas, aunque los asirios empalaban a las mujeres que abortaban. El Talmud judío enseña que el feto no es una persona por tanto no tiene derechos. En la Biblia, tan abundante en prohibiciones sobre vestimenta, comidas y palabras apenas encontramos una vaga alusión al tema en Éxodo 21:22, diciendo que si una mujer resulta lesionada y en consecuencia aborta, el responsable debe pagar una multa. Los “Angélicos” Tomás de Aquino y Agustín no creían que el aborto sea homicidio, Tomás, porque el embrión no “parece” humano, postura adoptada por el Concilio de Viena en 1.312 y nunca repudiada. El derecho canónico sostenía que el aborto era homicidio sólo después que el feto estuviera “formado”, aproximadamente al final del primer trimestre. En el siglo XVII gracias a los “avances médicos” se examinaron los espermatozoides que parecían mostrar seres humanos plenamente formados. Esta mala interpretación, la de los “homúnculos” (*) convirtió al aborto en motivo de excomunión a partir de 1.869. En los EEUU, hasta 1.800 no había absolutamente ninguna legislación al respecto, lo que produjo el cambio fue el asalto de los médicos contra el aborto.
Como hasta mediado el siglo XIX la medicina no estaba controlada, la elite médica ansiosa por obtener rango e influencia constituyeron la AMA (**). Los médicos afirmaban que el feto era humano aún antes que la madre sintiera su presencia, había que ser médico para saber cuando resultaba moralmente aceptable practicar un aborto.
Así fue la ley hasta los años 60 del siglo pasado.Vemos entonces que las líneas delimitadoras de las que nos habla el doctor Moreno eran ya comunes antes que “los avances médicos” produzcan el supuesto desvío de la racionalidad.
Analicemos ahora la tesis propuesta de que “estas líneas –20 semanas, 1 día, 3 meses– no son precisamente trazadas por la razón humana, sino más bien por otros factores, que bien pueden ser sentimientos o intereses personales o prejuicios o, en la mayoría de los casos, una conjunción de todo esto” ¿Cuándo accede un feto a la personalidad? Este debe ser el criterio ya que solamente una persona puede ser asesinada. ¿Cuándo la cara se torna humana?, ¿cuándo reacciona a los estímulos externos?, ¿cuándo se pone activo como para que la madre lo sienta?, ¿cuándo puede respirar por si sólo? Evidentemente todos estos criterios son arbitrarios y ninguno implica características exclusivamente humanas al margen de la cuestión facial.
También los animales reaccionan al estímulo, respiran y se mueven, sin que eso impida que los matemos de a millones. Reflejos, movimiento o respiración no nos hacen humanos. Lo único que nos hace tales, lo que marca la diferencia fundamental, es esa capacidad de imaginar acontecimientos que todavía no han ocurrido, de concebir cosas, el pensamiento.
El pensamiento, bendición y perdición nuestra, nos hace ser humanos. El pensamiento tiene lugar en el cerebro y unas 100.000 millones de neuronas conectándose entre sí sirven de plataforma a esta maravilla del universo.
Pero la conexión a gran escala comienza recién a los seis meses del embarazo. La actividad cerebral se puede medir mediante electrodos colocados en la cabeza. Las pautas regulares de un cerebro humano no aparecen hasta cerca de los 7 meses y medio del embarazo. Hasta ese momento, el feto por vivo que se nos muestre no posee el suficiente “equipo” para producir pensamientos. Ese es un criterio racional que nos permite trazar la línea que inquieta al doctor Moreno. Esto es, cuando se hace posible un mínimo asomo de pensamiento característicamente humano. Es ampliamente aceptado en nuestra sociedad que la muerte de una persona está asociada con la cesación de toda actividad cerebral aunque sus demás órganos aún funcionen. En el caso que consideramos, tal actividad aún no tiene visos de existencia. Un criterio más estricto, previendo algún desarrollo fetal precoz, sería trazar la línea a los seis meses.
Si decidimos asegurarnos que el embrión no sufra, tracemos la línea cuando aún no posea ninguna célula nerviosa, aunque no es costumbre humana tener en cuenta el sufrimiento para no matar. Obviamente, cuando uno escoge llamar “humano” a una agrupación microscópica de células, no habrá argumento, por racional que sea, que lo convenza en otro sentido. Palabras como “sagrado” provenientes de las creencias religiosas particulares, comienzan a aparecer junto con ataques, ya que no argumentos, que intentan satanizar el aborto como el de relacionar su práctica con las matanzas de judíos por parte de los nazis .La razón nos dice claramente que un humano está caracterizado por su capacidad de de generar pensamientos, el carácter humano se adquiere con esta capacidad. Luego no existe la “arbitrariedad” alegada.
Si se alega la “potencialidad humana” del embrión podemos caer en la pendiente resbaladiza de considerar un delito impedir cualquier coito, que también tiene tal potencialidad. La mayoría de los coitos no producen embarazos de la misma manera en que la mayoría de los embriones abortan espontáneamente antes de originar humanos. Pero ambos tienen tal potencialidad.
Por supuesto que aun teniendo en cuenta lo expuesto, al menos en mi caso, me siento renuente a aceptar la practica de ningún aborto; lo humano entendido en los términos expuestos, me parece maravilloso. No obstante, puesto a decidir entre una persona con su sistema nervioso plenamente desarrollado generando pensamientos y una agrupación de células en la que ninguna de ellas es capaz de sentir o pensar, optaré siempre por lo humano.
(*) Homúnculo: creencia que el espermatozoide era un humano completamente formado que contenía en su interior otros seres humanos completos y así ad- infinitum.
(**) A.M.A: Asociación Médica Americana.
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